El cuerpo nos habla

Culturalmente existen una serie de creencias que marcan o condicionan nuestra evolución
Una de ellas tiene que ver con la gestión de las emociones
Cuantas veces habrás escuchado: “No hay que llorar”, “los hombres no lloran”, “no estés triste, la vida es para vivir con alegría”, “al mal tiempo, buena cara”, “no hay mal que dure 100 años y un cuerpo que no lo resista”, en fin…
Seguramente si te detienes unos minutos a cuestionar estas “creencias” o frases hechas, encontraras que algo no cierra… hay algo de incoherencia…
Negar las emociones es negar una parte de nosotros. Es como negar la existencia del cuerpo y hacer cualquier cosa porque total “puede resistir 100 años”. Aprender a dominar un rio interno de ira que necesita salir o transformar en un glaciar a una tristeza que marcha lento, es algo que aprendemos siendo muy pequeños. Esa dinámica, esas magias que hacemos con la cabeza, pasan a formar parte de nuestra estructura de protección y así nos hacemos adultos dentro de una cascara construida para no conectar con esas emociones.
¿Y donde quedan esas emociones? Yyyyyyy… encapsuladas en el cuerpo. Quedan ahí dormidas, ocultas, silenciadas por la mente, inclusive contraemos los músculos para reforzar la cascara, la capsula y entonces generamos contracturas crónicas.
¿Vos crees que ganaras la batalla? ¿Crees que tendrás dominio eterno sobre tu propia energía silenciada? Y… maso. Más o menos. Podrás ser tu propio guardián represor, podrás sostenerlo a costa de mucha energía porque ante cada situación que te lleve a esa emoción original reprimida, tu cuerpo acusará recibo y te dirá: Acá estoy siendo cómplice de tu mente que aún funciona como cuando eras niño/a ante determinadas situaciones.
Solo ejerciendo tu rol adulto, podrás poner orden, jubilar o indemnizar al guardián para decidir que hacer con tu tristeza, con tu ira, con tu alegría.
Aprender a escuchar al cuerpo es un arte. Cuando quieras aprender, te acompaño
Te dejo un abrazo
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